Basta eclipsar la saliva;
clausurar la arquitectura efímera,
cerrando los ojos
y beberse de un sorbo
el brío incendiario de tu nombre…
Para que se abra
el libro de la inmortalidad
hasta llenar a tope mi lengua,
mientras transcribes mi carne
en sus páginas de luz…
Tú
acaeciendo en las latitudes del alma;
y yo
moliendo aromas,
vistiendo prendas de agua,
mirándote hasta que te consumes,
fundido al aire de mis palabras…
No hay comentarios:
Publicar un comentario