El agua que nos confluye
riega el instinto;
el sur de los hemisferios;
los puentes electrizados…
El árbol que nos camina
siembra canales en las manos;
estira el impulso,
alzándose
en el silencio infinito…
La tierra que nos conduce
alza y comba sus relieves,
volviéndonos acróbatas del sueño…
Y adivino ese fuego
que no es otra cosa que un artesano,
forjándonos en el alma
su veta orgánica que concita
todo aquello que nos damos…
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