Desenfundas tus aguas
y me alcanzan tus puñales azules,
cuyos filos se hunden
hasta el alma…
Me desangro
en un vertiginoso caudal de espasmos
que presumen de tu huella…
Siempre desbordada por tu tacto
reanudo la insólita tarea
de recrearte los ojos
y no encuentro acervo poderoso
ni suficientemente amplio
para sujetar toda exuberancia
que me provee su vítreo rasgueo…
Tengo en los labios
los aromas de tu sol incrustados;
cada magnético sorbo de espuma y mar,
como lecho de sal
que estrangula toda sombra…
Un coro de nubes le aprisiona
para llover en silencio,
esparciéndome equilibrio,
volviéndome cordón de estrellas
en tus predios infinitos…
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