Me late tu sol en la lengua;
la clave danzante de tu apetito
solaza mi silencio,
como preludio que moja mi alma
y despacio va trenzando los tejidos
con insondables movimientos…
Perfumas la luz
y tiemblan mis dedos
en la alquimia de tu carne…
Pliegos de ámbar enfundan el tiempo,
mientras arden las sombras
al compás de la corpórea sinfonía
que nos disuelve...
Indeleble se torna el impacto
de saciarnos el verbo;
coincidir con la saliva azul
del universo…
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