Posas en mi hombro
tu condición transitoria;
repliegas el ala,
la osadía de tu escudo
y el ruido del mar golpea mi silencio,
su rebelión hace aguas,
como en tu cuerpo
el presión del músculo…
Inclino mi sien
sobre la base de tu luz,
y una grácil emisión me concurre
con paso de lluvia,
transformando el instante
en rédito y comunión…
Trenzamos el aire
en el flujo reparador del parpadeo silente,
conscientes de que ha de invocarte al retorno
su despertar de extravío,
alzándote nuevamente
a desenterrar del asfalto
el núbil pálpito de tu sentido…
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