A veces se coluden
todas las tempestades
para flanquear
los áticos deleznables
del silencio…
Dejándome este sol amargo
que me quema las dedos,
mientras estalla en llanto
mi garganta…
Se tambalea mi luz
en sus vértices acristalados
y en suelo abrupto
se me desangran los puentes
de los ríos rotos…
No hay asilo en la penumbra,
sólo un frío esculpido en el aire,
masticando furioso mi saliva,
dejándose escapar como halo fúnebre…
Un fiero desahogo
que me arruga las cicatrices,
tumba los bancos añiles,
marcándome a fuego
la sangre…
Su implacable estratagema
de enfática intromisión,
va tiñendo mi lengua
con su inexcusable aseveración…
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