El rugido exacerbado del silencio
brota de tu tacto,
de la punción intachable
que ejecuta su rubor evanescente…
Su frenético estatuto se convierte
en seda cuántica,
entramado eléctrico que arremete mi pulso
y pinta su resplandor en mi alma…
Enraizada en tus aristas incendiarias,
bebo del néctar prodigioso
de tu ímpetu…
En la apertura crepuscular
percibo el tacto perenne del sueño…
Sumerjo mis labios pequeños
en la extensa piel de tu noche,
consciente de que la verdad
se deleita en nuestro permanente roce…
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