Merodea mis latitudes
la aventura de vestir tus atuendos verbales;
despojar de tus baúles los ajuares
que descienden por la trama nebulosa
consiguiendo, siempre, capturarme…
La voluntad me reconoce;
me subyuga con su explícito filamento
y ya me tienes absorta
en la embriaguez de un perfume,
comparable sólo
con lo que desconocemos…
Atizado mi impulso
por esa inmediatez que hunde,
constante,
lo bello en tus ojos;
embriagado de tu santo tatuaje,
llena de brillo el silencio,
como pez rumoroso…
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