Sé del firme peregrinar que te circunda,
longitudes que ondean y apuntan,
buscando el sello de tu carne,
ribera fecunda para minar lo esquivo…
El canto de la tierra enfila tus caminos,
mientras la piedra esboza
el eco metalizado del agua;
la parte que desconoce la huida
y marca la arista que te pronuncia
en sus páginas de arena…
Hay una promesa que vislumbra
el revés de la sombra,
donde se estremece el indómito instante del silencio;
la sincronía ruborosa
que hace estremecer el aire…
Se escribe, entonces,
en el alma, su infinito alcance;
el sigilo y levedad de su génesis
se transforma en fuente de pureza,
cuyo flujo transitorio atemporal me sostiene,
con fuerza,
hasta que cambia de color su constante
y reinicio desde el fondo, sin reserva…
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