Tienes un don
entre tu boca y tus manos,
empujado por el alma
de un milagro pasajero
que se alinea con mi mente,
en excitante progresión…
Tienes marcado
un vaticinio en la lengua;
el florecimiento
del resplandor más puro de la palabra
que enloquece
cada intención de cercanía…
Traes
la inmensidad en los ojos;
el júbilo de su comunión celeste
y las ganas de hacerte
con la mía,
traspasando mi realidad
con la infinita persuasión
que modula la insuficiencia del hartazgo…
Y tengo el poder
de reconocer lo análogo;
de dispersar lo estrecho
y albergar la culpa
de no confesarlo,
si no a través de tu silencio…
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