Envuelta en tu perfume celeste;
en la gustosa claridad que te brota del alma;
ceñida a ti, de luz a sombra,
en sujeción irrefutable,
me concedo esculpir la figura del relámpago…
Me muerde tu embrujo;
la venenosa humedad con la que me atas
siempre a tu costado…
Nada como accionar el trémulo preludio
y mullir el ancla, sin tregua,
del próximo paso…
Verte, salvaje,
aderezar estelas;
romper espumas de cuarzo;
doblegar silencios…
Suelo captar, entre ráfagas, tu fuego;
las córneas inyectadas del brillo
de los magnéticos escenarios
que le apetecen a tu lengua…
Tanta hermosura tatuada en los labios
me versa la sublimación del instante
de tu sola presencia…
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