Una gruta esculpiéndose en carne,
pronuncia tu levedad y la mía;
su invisible escapulario,
hunde en el silencio
su plegaria de aguas suicidas;
confiesa que no hay trinchera
en el torso de la huella
que me aproxima tu infinito…
Postrada la luz ante el vergel naciente
se convierte en verbo;
manan las voces infestadas de rocío,
alientos dotados que nos saben convictos
del crimen de los cuerpos …
Creyentes de las estrellas,
rompemos el aire
con la máxima votiva que somos,
mientras nos disolvemos…
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