Puedo blandir la luz
en la oscuridad de los pliegues;
en cada profundo intervalo
que esconde las horas
y deslizarme en el crepitar del silencio
que me dice al oído tus ojos…
Cuando me miras
los vértices acuosos de la noche
gotean entre mis manos
y predomina su génesis inhiesto…
Desaparece el vértigo
en la ingrávida quietud que se amolda
para promulgar tu asidero…
Me debo al torrente enjoyado de tu infinito;
a su enigma diluyéndose incansable
en mi sombra…
Estigmas que apremian la carne
y seducen las vertientes luminosas del alma,
haciendo que mi estrella errante
encuentre su hogar en tu mirada…
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