Logro cuajar el emblema de la noche
con mis dedos,
acoplándome al este de tu infinito;
tenderme en el ámbar
que deslinda tus espejos…
Adormecer la penumbra
y dejarme caer
en el filo del tiempo
con enervado candor…
Ver nacer la flor de tu sombra
encaramada en la cima del silencio,
alcanzando los presagios astrales
que conducen mis pasos
por armónicas sendas…
Domesticar los laberintos oscuros
y atravesarlos de pleno
hasta silbar en las calles azules
del relámpago,
vistiendo de epopeya…
Todo mientras se arquea mi universo
uniéndose al tuyo en plenitud eterna…
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