Consigo perpetrar la trinchera;
asirme al horizonte extinto
en pleno vuelo,
abriéndome al vértigo contenido
en tu silencio…
Reverberar,
mientras un ruido notable de ángeles
pende de tu lengua…
Dulce,
intrépido,
galopante,
marcando el pulso del centelleo
que estimula los sentidos
y trepando con epifánica destreza
la oscuridad imperante…
Mis manos húmedas de sueños habitados
rezuman en tu carne
y un argénteo disparo de seda
consume la escarpada tonicidad de la sombra…
Ardorosa salpicadura que penetra los suspiros…
Su origen ígneo de verbo exacto
ilustra las formas multicolores
de los cuásares danzantes
que tú y yo formamos
más allá de lo que somos…
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