Apenas percibo tu tacto,
ese dulce vértigo
que escapa involuntario
de cada renglón desvanecido
por la esbeltez de tu lengua,
eleva su luz el silencio…
Rueda de súbito la canción impetuosa
que marca el paso de mi existencia…
Enredas en mis lunas
las aguas desnudas de la palabra…
Toda mi poesía en ti se refugia
y somos auroras orquestadas,
originando el eterno comienzo…
Con atuendos de espuma
nos hallan las horas,
a orillas del silencio…
La memoria que sella el tiempo del alma
en el preciso instante de la sombra,
encuentra su frecuencia aguzada
embarcándome en tu memoria…
Atravieso tu estela sónica,
mientras mi boca y tu boca
se hacen dominio de estrella
en conmoción reveladora…
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