La hora tardía me dibuja
inmensamente lejana,
diminuta,
desnuda de sombras y lágrimas…
¿Desde hace cuánto
que anida en mi frente
este pájaro oscuro…?
Le escucho
pronunciar mi nombre,
hendir el pulso agrietado,
beberse un poco de mí
a sorbos largos,
entre las rosas nevadas…
¿Me condenas o salvas?
¿o acaso me salva tu condena,
huidizo polizón…?
La penumbra se engulle la luz
y agoniza el silencio,
derretido en el cansancio del oxígeno…
Calla mi voz,
desorientada…
Siempre acabo perdida
en la esquina de mi casa…
Me voy oscureciendo en tu trino,
madrugando la memoria,
y tal vez,
hasta dejándome escapar
sobre un deseo escondido…
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