Llueven los hilos dorados
en la ciudad del silencio
y tumbados
sobre la brisa solar
vemos crecer
con celeridad indomable
el pulso geométrico de la noche…
Tiemblan los colores del alma,
las formas de la carne
acuden a una vorágine de lunas…
Las sombras desnudan
el rubor frenético del impulso
con riego aromático
y en un eclipse angular
mi voz en tu mirar
se vuelve pájaro blanco,
página impoluta del génesis astral…
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