Mece el péndulo divino
tu límpida silueta,
cuyo sutil magnetismo
cincela el suspiro de mis ángeles…
Mi voz enarenada purifica;
deposita el color de sus violines
sobre la tez del viento
e irradia tu majestuosa pureza…
La brillante sinfonía
enreda mis hebras danzantes
y trenzan su luz infinita
a sus callados movimientos…
El cielo se vuelve poema:
Cuenco lunar que brinda
un sorbo de estrellas
al sublime arrebato de mi silencio…
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