Me enrosco en tu lengua,
como un mantra,
atrapada en el sueño recurrente
donde emerges
y tu piel se inmiscuye,
ofreciéndose,
como un cascabel de auroras…
Crees saber lo que aguardo
y creas una atmósfera
para liberar el deseo de la palabra
sin impedir el armado del rédito flotante,
fruitivo,
cuando se introduce,
a nado,
dejando escapar,
de mi alma, un suspiro…
Amplías el rango de la confluencia
y reluce la fortuna
de ser la curva que abraza tu sien,
fulgurando;
migrando a través del piélago de la mortalidad
para coger el goteo hiperbólico,
entregado al vendaval
que constituyo
a causa de tu propio efecto…
Produzco la fuerza misteriosa
con el que me anudas
a tu pecho,
y su ondulante partícula
reconoce tu dimensión
en su elemento…
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