Ciertamente,
asoma la vertebra divina;
fulgura la partícula
de la que estoy engarzada
por cada paso
en la dispersión del silencio,
si lo articula tu lengua…
Descubrimiento
que califica
lo errático del desconsuelo;
lo erróneo de lo exánime,
sólo
por percibir su contrapeso
con el rapto
que pones en mis carnes,
echándote a correr, luego
que me recuesto en su alegoría…
Me toca tu esencia impía
y los pájaros de fuego
retornan;
me dice tu cuerpo poesía,
mientras tu luz se transforma
en ofrenda espiritual…
Dialogan las telas del mar
que ciñen a tu aliento
lo inexpugnable
y sigo buceando,
donosa,
la claridad paralela
en la ondulación de las partes,
como si mi estirpe
se descubriera
en tu propio aire…
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