Te apoderas del alto resplandor
y ruedas el tobogán fractario
en soplo ondulante,
engarzando la noche a tu lengua,
bebiéndote a sorbos la tarde…
Afiebrado el silencio,
crepitante sus partículas,
martillan los clamores metálicos,
mientras la húmeda evanescencia
va fundiéndome al bucle que le origina…
Mas allá de las cuerdas,
la noble exégesis del alma
teje un puente de espejos
de tramo inasible…
Atravieso tu halo cristalino
y sobrevive mi espesura,
su sed luminosa…
En clave armónica,
me dejas experimentar
el prístino magnetismo
de la música cósmica…
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