Cuando caigo,
niega mi pecho tu nombre
y me elevo hacia un cielo apartado,
mientras revelo la autentica flama,
la perla dorada que en mi alma se esconde…
A lo lejos siembra serpientes mi huella
en el reclamo del sendero viejo…
reniego de su lengua envenenada
pretendiendo secuestrar mi boca,
y engendrar en ella espigas rotas,
Desvanecidas aureolas…vacuas moradas.
Y huyo,
extiendo mi abismo, vacío de soles;
umbrales oceánicos se abren
a mis sombrías florestas,
un duende alado siembra violetas
en mis subterráneos montes…
Percibo el aroma de las flores,
tan lejos,
la humedad de tu tacto
visitando mis dormidos cercos…
Comulgo laberintos
desnudos de pasillos;
en vertical un cuchillo
me atraviesa el instinto…
Huyo de nuevo…
pereciendo el intento…
y renuevo la caída…
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