Desde tus cúspides abiertas,
traes el cielo en alboroto;
desciendes de la nube
y tu lengua fosforece,
zahorí…
Me desviste tu aliento electromagnético
hasta hundir su majestad en mis ojos
que es suficiente
para que me descubras sensitiva,
mientras te sostienen la electricidad los dedos
y voy cayendo en ellos
flameante,
como una pluma del ave renacida;
brillante como lluvia oscura,
ardiendo hasta la raíz…
Y la luna,
creciendo en la hondura platinada de tu boca;
dejando, en ti, mi descarga;
usando palabras
que no te soportan;
creando lugares, como tiempos,
sin escatimar en su tranversalidad sincrónica…
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