Brillosas,
las gemas del infinito,
ruedan por tus prados licantrópicos;
amparan el ímpetu vocal con el que le concitas
al albor de la noche…
Habitas el temblor de un suspiro blanco,
cuyos colmillos transgresores
consiguen hacer efervescer mis sentidos;
regenerarme la piel del alma;
empapándome del ritmo de lo inverosímil…
Áurea entre tus dedos,
me proyecto
en una expresión sublime,
como un patrón cósmico engarzado
a la geometría de tu silencio…
Redondeados los suelos sensibles
al roce de tu presencia;
las frecuencias coinciden con el oráculo de la luz
al vernos danzar entre flameantes lenguas…
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