Mis manos,
el sol,
el tenue palpitar del viento
cobijado por la luz…
Horizontes azules,
verbales,
destilan sobre mi silencio
en la fricción de la tarde…
Las piezas encajan;
el suelo seducido se oculta
tras el manto febril de diamantes…
La flora infinita
mana de tu lengua,
se acomoda en mi saliva
y me graba el sabor de tu carne
con su impalpable tinta…
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