Acudes ante mis ojos
para dejarnos de hablar
por explotar este delirio
de otro modo;
para instar al impulso
a montarse en el fulgor
que va incendiar todo el silencio
y encarnar la plácida caricia
que te divisa inundado de fervor…
Adivinas el pellizco de mi lengua,
como una potencia flotante;
como una ola espesa
de momentos imaginados
que te quedas,
sin dudar…
Odio de ti el designio
de lugar y tiempo
y toda dimensión desconocida
que contempla
mis carnes
sin desprenderse de tu tacto;
la música del color asida a mi mente…
Detesto
que me cubras
con el clamor ondulante
de un baño de conmoción…
Verte
serpentear por mi oído
con la idea segura
del que quiere más,
sin mirar consecuencias,
aferrándose a su acción…